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La importancia de los profes motivadores. Mi homenaje a los que lo fueron para mi.

El tramo final de mis vacaciones coincidió con el inicio de un nuevo curso académico en las universidades españolas. El curso pasado comencé mi experiencia como profesora universitaria en la Universidad Europea de Canarias en el segundo trimestre, así que no viví este momento del comienzo del curso. Es un momento duro, caracterizado por un montón de preparativos, reuniones de claustro, formación para los profesores, y el importantísimo trabajo de coordinación de los compañeros coordinadores de cada área de conocimiento. Supongo que en todas las universidades se vivirá prácticamente lo mismo durante estas semanas. Es un no parar, pero es ilusionante.

Ayer a la salida de una sesión de formación escuché a varias personas que me llamaban y yo no acertaba a localizarlas. Finalmente eran tres de mis alumnas del año pasado, llamándome desde un aula (no había comenzado todavía su clase). Me llamó mucho la atención el entusiasmo con el que me llamaban. Hablamos unos breves instantes pero  realmente me alegraron el día.

profesora y alumnos

Mi estilo de dar clase (y no me refiero tanto a los métodos docentes empleados, sino al modo de acercarme a los alumnos) se base principalmente en mi experiencia como alumna. Cuando pienso en los profesores que tuve en el colegio (aquella añorada EGB) y en el bachillerato/COU, los que más me marcaron, los que mejor me transmitieron sus conocimientos, fueron aquellos que se preocupaban por motivarnos y por hacernos descubrir nuevas inquietudes. Y de todos ellos me acuerdo, y a los demás tristemente los he olvidado a casi todos. Yo quiero emular a esos profesores que tanto me gustaron, porque consiguieron conmigo lo que yo algún día espero conseguir con mis alumnos. Por eso quiero hacer hoy aquí un homenaje a aquellos profesores de la educación primaria y bachillerato que consiguen crear vocaciones, que tratan a los niños o adolescentes con empatía y les ayudan a crecer, que les cuentan algunas de sus interesantes vivencias y no se ciñen solamente a lo que está en los libros. Los que despiertan la curiosidad del alumno para que se interese de verdad por una materia.

Las asignaturas de humanidades fueron las que yo siempre llevaba más a regañadientes, porque estaba claro desde el principio que lo mío eran los números. Sí, sacaba buenas notas, pero no me gustaban mucho. Sin embargo, recuerdo especialmente a Clorinda, profesora de Latín en el instituto Viera y Clavijo (La Laguna, Tenerife), que consiguió que aprobara con muy buena nota y aprendiera mucho a base de explicarme para qué podría necesitar el latín en mi vida. También recuerdo que me sacaba mucho a la pizarra y cuando me veía allí siempre me decía «Silvia, tú vas a ser chica del tiempo». 🙂 🙂 ¡Casi acierta y todo! 🙂 Del mismo instituto también recuerdo a Mercedes Cáceres y a Teresa, con sus muy buenas clases de lengua y literatura. Teresa era (bueno, es, porque aunque se jubilen yo creo que nunca dejan de ser profesores) una de esas profesoras que contaban vivencias personales interesantísimas. Recuerdo con mucho cariño a Jaime Mir, que en sus clases de ética lo daba todo. Yo a Jaime le veía como al profe más joven, el más enrollado, que además nos recomendaba lecturas buenísimas (y él mismo se convirtió en un premiado escritor de novela negra), y organizaba unos debates fantásticos en el aula. Seguro que sus alumnos de ahora siguen disfrutando del mismo lujo que nosotros en su momento. También tuve como profesora en el Viera y Clavijo a Chicha, a la que curiosamente me encontré después de tantísimos años hace solo unos días. Le recordé que ella nos contaba anécdotas sobre su tema de investigación y yo alucinaba con las historias. Me encantaba que hiciera eso de contarnos cómo funcionaba el mundo real de la investigación.

De entre los profesores de la EGB hubieron algunos que fueron clave en mi interés por la ciencia. En el colegio público Narciso Brito (La Laguna, Tenerife) estaban por aquella época don Luis, que siempre parecía muy serio pero luego era un cachito de pan, que claramente fue el que despertó mi interés por la física. Era un profe genial. Luego estaba Corina, que entre otras grandes cosas consiguió que dijéramos la palabra «esternocleidomastoideo» 🙂 y nos enseñó muchísimo sobre el cuerpo humano y sobre la biología más básica. Usaba unos métodos didácticos que me parecen geniales, sobre todo para aquella época. Me gustaba mucho esta profesora, que luego pasó a formar parte del profesorado de la Universidad de La Laguna. Ya fuera de las asignatura de ciencias (naturales que les llamábamos antes 🙂 ) también tengo mucho que agradecer a Florentino (al que también curiosamente saludé ayer por la calle 🙂 ) por conseguir apretarme un poco las tuercas con la geografía y la historia.

Después de en apenas una semana haberme encontrado con dos de estos profes, y vivir el inicio del curso en la UEC, me apeteció mucho hacer este pequeño homenaje a todos los Florentinos, Mercedes, Jaimes, Corinas, Teresas, Clorindas, Chichas y Luises del mundo. A los profes motivadores de la educación primaria y bachillerato que contribuyen mucho a las futuras carreras de sus alumnos. ¡Gracias a todos ellos!

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