La semana pasada unos compañeros de trabajo me preguntaban por qué cada vez vemos menos langostas del desierto, aunque sigan ocurriendo calimas. Esta es una pregunta que no sorprende en Canarias, pues aquí prácticamente todos hemos visto alguna vez langostas en días de intrusión de polvo africano. Hace algunas décadas se veían auténticas plagas. En Canarias, gente de la edad de mis padres nos pueden contar historias sobre plagas de langostas. Sin embargo, en otras latitudes esto de la llegada de langostas del desierto puede resultar más extraños y merece una explicación previa a la respuesta a la pregunta inicial.
Las langostas del desierto (Schistocerca gregaria) es un insecto parecido a un saltamontes, que en África y Asia es una auténtica amenaza para las cosechas. Normalmente se encuentran en zonas áridas (desiertos) y semiáridas de estos dos continentes, pero cuando hay plagas pueden llegar a viajar hasta zonas bastante alejadas de sus zonas de origen. Como decía antes, en Canarias es habitual ver algunas langostas durante esos días en los que el viento sopla de componente Este o Sureste, en los que ocurren los episodios de intrusión de polvo africano. En 1954 llegaron a las islas británicas, y en 1988 viajaron mucho más: desde el Oeste de África hasta el Caribe en solo 10 días.
Estos insectos, como su propio nombre en latín indica, son gregarios. Bueno, en realidad al principio son solitarios, pero cuando se juntan unos cuantos se hacen amiguitos y forman sus bandas de amiguitos. Me explico: cuando en una zona se han producido lluvias y crece vegetación, las hembras depositan sus huevos y, si sigue lloviendo lo suficiente, estos eclosionan y las nuevas langostas van a esa vegetación a comer. Allí se encuentran y entran en contacto físico. Las patas de detrás de unos chocan con las de otros, y bueno…dicen que el roce hace el cariño. 🙂 A partir de ese contacto físico se hacen gregarios, cambian de color, sus cuerpos cambian (se acortan) y cada vez se atraen más unos a otros, cosas de las feromonas, de manera que forman enjambres.
Las langostas del desierto vuelan en la dirección del viento, a una velocidad de entre 16 y 19 km/h, y pueden permanecer viajando durante varios días. De noche descansan, así que si están volando sobre tierra simplemente se posan en tierra firme, pero si están volando sobre mar forman una especie de balsas, donde las langostas en contacto con el agua se sacrifican, y las demás viajan sobre sus cadáveres. Dependiendo de las condiciones a las que se encuentren, estos insectos pueden vivir entre 3 y 5 meses. No pueden hacer daño a los animales ni a las personas por picadura ni mordedura, pero sí que son una amenaza real para la población de muchos países debido a que arrasan con las cosechas. Uno de estos insectos consume en un solo día aproximadamente el equivalente a su propia masa, unos 2 g de vegetación, siempre vegetación verde. En la web de FAO Locust Watch han hecho las cuentas y son claras: si en 1 km cuadrado puede haber un enjambre formado por alrededor de 40 millones de langostas, y cada una come unos 2 g de vegetal fresco al día, ese enjambre está comiendo lo que 35000 personas podrían comer ese día, suponiendo que una persona come alrededor de 2.3 kg de comida al día. No podemos culpar a estos bichitos de las hambrunas en África, pero desde luego hacen daño en este sentido.
Pues bien, veamos ahora entonces por qué antes era habitual ver plagas de langostas en Canarias y otras zonas alejadas de las zonas donde nacen, y ahora esto no suele ocurrir. La respuesta está en la continua vigilancia y fumigación con biopesticidas que llevan a cabo los ministerios de agricultura de los países más afectados, con ayuda del Centro de Emergencia para las Operaciones contra la Langosta, dependiente de Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (más conocida como FAO, por sus siglas en inglés). Es difícil monitorizar dónde se encuentran las larvas, los adultos o los enjambres viajando. Tenemos que tener en cuenta que estamos hablando de áreas geográficas muy grandes, en países donde normalmente no es fácil moverse, no hay buenas infraestructuras, es difícil formar a especialistas en la materia, hay problemas de seguridad, puede haber problemas políticos entre países que necesitarían aliarse en esta lucha, etc. Además, para dificultar más las cosas, las langostas no se llegan a observar con los típicos satélites meteorológicos. Con los satélites militares sí podrían observarse pero, como ya podrás imaginar, a estas imágenes no se puede acceder fácilmente y además contienen tanta información que estos países no tendrían capacidad para usarlas. Son muchos los problemas a los que se enfrenta el control de la langosta, pero afortunadamente cada vez se tienen más bajo control. Por eso, porque se detectan con mayor o menor dificultad, se siguen y se fumiga con pesticidas, cada vez hay menos plagas y cada vez es más raro verlas alejadas de las zonas áridas y semiáridas donde se originan.
En esta web puedes encontrar la última información sobre dónde están localizadas y hacia dónde se prevé que vayan, con mapas que muestran la situación actual y mapas de riesgo. Ahora mismo, en el momento de escribir estas líneas, la mayor preocupación está en lo que puede ocurrir en Yemen.
Por último, si se te ha pasado por la cabeza la idea la típica broma de hacer una paella con estas langostas, quiero que sepas que sí son comestibles. 🙂 En Camboya, Uganda, Filipinas o Méjico, solo por poner unos cuantos ejemplos, las cocinan y se las comen. ¡Son muy ricas en proteínas!
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